¿Es difícil ser optimista, hoy en Argentina?
Si hacemos esta pregunta, no sería extraño que la mayoría responda:
Si, muy difícil.
A medida que las cosas se van poniendo más complicadas, lo inteligente es ser un crítico pesimista y por entonces hay cada vez menos optimistas.
Muchos opinan que los argentinos poseemos un inadvertido sesgo de negatividad, porque se cree que aquel que este en contacto con la realidad debe necesariamente ser pesimista.
Esta no es una verdad absoluta, porque depende de la perspectiva con que se mire a la realidad.
Podemos mirar todo lo que está mal, y también podemos mirar lo que está bien, o lo que se puede hacer dentro de esa situación.
Se relaciona la inteligencia con la actitud crítica de la realidad.
Un chiste apoya este criterio, dice que un “optimista” es un “pesimista” mal informado.
Es más, si en una reunión donde todos se quejan de la inflación, de la inseguridad, de la corrupción, aparece alguien diciendo que es optimista sobre el futuro del país, corre el riesgo de que lo miren de reojo y más aún, que lo tomen por tonto y a partir de allí su opinión no sea tomada en cuenta.
De todas maneras, debemos preguntarnos: ¿Puede salir adelante un país donde la mayoría de sus habitantes sea pesimista?
Puede evolucionar una empresa, si la mayoría de sus funcionarios y directores son pesimistas?
Aunque no sea bien visto, el optimismo sigue siendo la mejor opción.
¿Por qué?
Porque el optimista es activo, propone, construye.
El pesimista manifiesta: No va andar… No hay chance…no tiene sentido intentar algo en este país, etc.
El optimista cree en el cambio, cree que hay posibilidades, que vale la pena, a pesar de las dificultades, pero sin negar las dificultades.
No dice: El país está en su mejor momento, el mundo está fácil para los negocios, pero busca dentro de lo posible la mejor opción.
El pesimista se siente cómodo con los problemas, porque lo exime de tener que hacer algo.
Imaginemos una reunión de accionistas de una empresa, de una comisión municipal o de una biblioteca popular, pesimistas convencidos que no vale la pena, sin hablar, sin proponer y los optimistas aportando, proponiendo a pesar de la situación, convencidos que se puede, con actitud creativa.
No será que el éxito de una organización, dependerá de qué grupo es mayoría.
Héctor Luis Cattena