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““No hay una relación evidente y clara entre plaguicidas y cáncer”.

La falta de datos numéricos que demuestren causalidad de enfermedades es lo que le quita validez y en definitiva cada caso tiene muchos otros factores de influencia. 

Tal fue la afirmación del Ing. Agr. Ernesto Viglizzo quien concluyó el ciclo de charlas en el marco de la Agenda Científica que la Sociedad Rural de Rafaela organizó para acercar la palabra de especialistas, con reconocimiento nacional e internacional, en el ámbito de los fitosanitarios al Concejo Municipal.

Este martes se desarrolló la tercera y última de las charlas programadas dentro de la Agenda Científica que ante el Concejo Municipal de Rafaela planteó la Sociedad Rural de Rafaela, para abrir el camino de debate sobre la intención de modificar la ordenanza vigente sobre fitosanitarios. 

El Ing. Agr. Ernesto Viglizzo tiene un doctorado en Bélgica, es investigador principal de Conicet, fue investigador del INTA, asesor de la UBA y la Universidad Austral, además de otros reconocimientos, premios y membresías que los convierten en un referente. 

Con el título “La Argentina Rural, visiones en pugna” comenzó planteando que “en la última década se ha disparado una grieta en el sector rural que surgió desde un sector de la política, con una filiación ideológica que plantea dos visiones”. 

Una mirada es la de la agricultura empresarial que cree en una descentralización de la economía, es agroexportadora, orientada a mercados internacionales, que tiene proveedores de insumos, utiliza mucha tecnología y basa sus acciones en las buenas prácticas agropecuarias. 

Por otro lado está la agricultura familiar, pensada desde la centralización, control y subsidio estatal, sobre la idea de la soberanía alimentaria, orientada a mercados locales y de cercanía, con desvinculación de proveedores de insumos, privilegiando la mano de obra y la justicia social, con un concepto de agroecología con bajos insumos y bajo impacto. 

Viglizzo explicó que antes de los ´60 había una agricultura levemente mecanizada y de bajos insumos, en una etapa pretecnológica. Luego llegó la primera revolución verde, con altos insumos e impacto ambiental que fue cuestionada, para dar lugar a la segunda revolución verde con más cuidado del ambiente y vinculada a tecnología. Simultáneamente apareció una visión distinta, con agriculturas alternativas opuestas, con un retorno a lo pretecnológico y de bajo impacto. 

Aportando cifras, entre 1960 y 2019 la carne bovina aumentó 35 por ciento la productividad, el trigo fue multiplicado por 3,5, el maíz 11,7 veces y la soja pasó de no existir, hasta un crecimiento de casi 90 veces, explicando así al modelo agroexportador que hoy es la principal fuente de divisas para el país, aumentando la producción de granos apoyados en la siembra directa, el consumo de fertilizantes y plaguicidas. 

Hoy tiene muy poca significación el cultivo agroecológico, que no prosperó en Argentina”. Las huertas comunitarias tuvieron un pico en los años 2000, pero hoy representan al diez por ciento de lo que eran en ese momento, en ese sentido “algo está pasando y no anda bien”. 

Desde la década del ´90 aumentó mucho en 20 años el consumo de plaguicidas y hoy estamos en una fase declinante. “Hoy los plaguicidas se pueden clasificar de acuerdo al grado de peligrosidad”, mientras que “el vilipendiado glifosato, es el más castigado” de la agricultura tradicional, a pesar de ser de banda verde»  

La evolución del uso de plaguicidas es notoria, sustituyéndose con el paso de los años los de banda roja por los de banda verde, que hoy significan los de principal uso, siendo improbablemente peligrosos. 

En horticultura se utilizan más fitosanitarios de banda roja que verdes, a diferencia de lo que sucede con los cultivos agrícolas.  En soja se hace una aplicación por hectárea, pero en cultivos de hoja y tomate se aplican más de 15 veces que en la oleaginosa y casi 30 veces más que en el trigo. “A veces el relato nos vende una realidad cambiada”, explicó Viglizzo. 

Cuando uno consulta los datos de las “entidades médicas serias”, ninguno descarta que los plaguicidas sean causantes, pero antes hay otros factores que determinan a enfermedades como el cáncer, por lo tanto manifestó que “asignar de una manera tan simplista la culpabilidad no es acertado”, ya que “no hay relación entre la cantidad de principios aplicados y la incidencia del cáncer”. Una prueba de ello es que cuando tomamos alguna provincia patagónica, hay entre 10 y 25 por ciento más casos que otras provincias donde el desarrollo productivo agrícola es mayor. “No hay una relación evidente y clara entre plaguicidas y cáncer”, coincidiendo con las exposiciones previas en el marco de esta Agenda Científica. 

La falta de datos numéricos que demuestren causalidad de enfermedades es lo que le quita validez y en definitiva cada caso tiene muchos otros factores de influencia. 

En cuanto a toxicidad, los medicamentos encabezan los casos, seguidos por el monóxido de carbono, otros tóxicos, plaguicidas domésticos y finalmente los plaguicidas agrícolas tuvieron un valor igual a cero en los grandes centros urbanos. En tanto, los cultivos en huertas que usan productos más peligrosos en los ejidos urbanos ameritan mayor cuidado, teniendo en cuenta las cantidades y las formas de aplicación, respecto a lo que pasa en grandes extensiones, siendo las derivas de mayor distancia las que se ubican en los 125 metros.  

En las ciudades se conforma una burbuja de exposición a plaguicidas, es por eso que “si tuviera que poner una línea, en una opinión personal, sería como máximo de unos 300 metros y no más”, respecto a los límites externos de la ciudad explicando que correr esa franja a los mil, dos mil o tres mil metros está “muy alineado a fundamentos ideológicos”. 

En una consulta surgida del Concejo, explicó que “la ciencia tiene que trabajar con datos, si no, no sirve”. “Han ido cambiando las tipologías de plaguicidas que se han ido utilizando” teniendo una relación diferente en los cultivos extensivos con ciclos largos, respecto a cultivos hortícolas de ciclos más cortos y con mayor necesidad de aplicación. 

Según el especialista, “no estoy recomendando que sean 300 metros, sino que lo que dije es que por encima de los 300 metros, todas las prohibiciones que se ven por encima de eso en el país carecen de todo sentido técnico”, agregando que ese es “un debate irrelevante”, aunque se debería contemplar una banda de protección que puede correrse en un día que presente condiciones climáticas adversas en los campos más cercanos al límite urbano.  

Antecedentes del disertante 

Es Ingeniero agrónomo, doctorado en la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica.  

Investigador Principal del CONICET, ex investigador del INTA, miembro del consejo asesor académico y profesor visitante de la Universidad Austral y la UBA. Autor de numerosas publicaciones científicas, libros y coautor de informes internacionales (IPCC, IPBES, Geo-5, etc.) sobre cambio climático y medio ambiente.  

Es ,iembro Correspondiente de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria, profesor honorario de la Universidad de La Pampa, Socio Honorario de AACREA.  

Colabora y asesora actualmente a organizaciones privadas y empresas del sector agropecuario en Argentina y MERCOSUR.  

Tiene premios nacionales e internacionales.